miércoles, 7 de marzo de 2012

“Tomé mis cosas y me marché, con un agujero en el corazón corrí lejos de ti, sabía que si seguí ahí moriría por ti. Aunque parte de mi estaba dispuesta hacerlo, mi razón me hacía escapar, huir de tu mal querer.
Tomé mi mochila y caminé, lejos, muy lejos llegué. Tomé un bus al sur, siempre al sur, ya que su frío es abrazador, congelador de todo dolor.
En el bus lloré, lloré todo dolor que diste a mi corazón, recordé aquellos días donde tú y yo éramos una, unidas en un solo corazón.
¿Dónde quedó nuestro hermoso amor? ¿Qué pasó que se te murió el amor? ¿Desde cuándo te convertiste en esa víbora sin corazón? ¿Te das cuenta de que casi muero por tu amor? Casi matas a este corazón.”

Caminaba a nuestro departamento, iba ansiosa porque con Andrea cumplíamos dos años. Ese día me tomé el día libre, así tendría tiempo para ir a comprar las cosas para la sorpresa que le tenía. Le haría la cena más romántica de toda su vida y le haría el amor como nunca nadie se lo había hecho.
Mientras me acercaba al edificio vi a Andrea a lo lejos, iba saliendo del edificio con una chica, no la reconocí, supuse que era alguna amiga, cuando de repente se besan.
Mi corazón se detuvo, algo se quebró en mi interior, mi cuerpo se congeló, algo se murió.
-“¡Andrea!- Le grité.
Llorando me di media vuelta y comencé a correr. No sé si me habló o si me trató de alcanzar, yo solo corrí, me sentía morir.
Por inercia llegué a la placilla donde todo comenzó, donde por primera vez le tomé la mano, donde por primera vez le besé sus hermosos labios. Quise llorar pero no pude, pasé toda la tarde en aquel lugar y a pesar de que el dolor me ahogaba no era capaz de lágrimas derramar.
Ya llegando el anochecer comencé a caminar otra vez, esta vez de vuelta al departamento, rogándole a Dios de que ella no estuviera, pero parece que no me escuchó.
Al entrar la vi sentada en el sofá, estaba llorando. Al verme se tiró a mis brazos rogando mi perdón, jurándome que me amaba y que no entendía porque había hecho tal cosa. Yo solo la abracé y la tranquilicé, le dije que todo estaría bien.
No sabía porque no podía llorar o enojarme, solo estaña ahí sintiendo como mi corazón ya no latía más.
Cuando al fin la logré calmar nos fuimos a dormir, otra vez me rogo que no la dejara y que durmiera con ella. Nos acostamos y la abracé, había llorado tanto que no demoró en quedarse dormida. Esperé unas horas y cuando ya estaba profundamente dormida me levanté.
Sabía que nada volvería hacer igual, sabía que esto no se podría remediar. Me vestí, hice mi bolso y me despedí, le dejé una carta y un beso en su mejilla.

“Lo siento, pero rompiste mi corazón, te amo, pero ya no vivo por tu amor. Adiós para siempre amada mía, vuelve a cruzar el sol”

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