lunes, 24 de octubre de 2011

Vías del tren


Era un día cálido, soleado, perfecto para una larga caminata.
Salí de mi casa creyendo que esta caminata sería como cualquier otra, con una conversación común. Al principio fue algo así, hablamos de lo que habíamos hecho el fin de semana y ese tipo de cosas, hasta que llegamos a las vías del tren, ahí el ambiente comenzó a cambiar.
La urbanidad comenzaba a desaparecer, el pasto, los potreros comenzaron a ser parte de un paraíso terrenal. El olor a tierra y pasto me comenzó a inundar, la paz y la alegría me comenzaron a invadir, era una sensación la cual no había sentido hace casi un año. Ya había olvidado lo que se sentía todo aquello, realmente fue hermoso. Parte de mí estaba tan emocionada que quería llorar, creí que jamás volvería a disfrutar de la naturaleza de la forma en que la disfrute ayer…
Fue todo tan genial… Gracias, gracias por llevarme a caminar, por hacerme recordar que fuera de estas cuatro paredes hay un mundo fenomenal al cual puedo escapar.
Deseo volver ahí, deseo volver a sentirme en contacto con esa naturaleza que tanto amo, con esa paz que tan solo la soledad te puede brindar. Estaba tan contenta que hasta el olor a bosta me pareció, de cierta forma, rico. Sí, estaba completamente drogada con todo ello, mi cuerpo se encontraba en un estado de perpetua tranquilidad…
Me hubiera gustado seguir caminando por las vías del tren, ver qué había más allá, pero sé que algún día lo averiguaré.
A todo esto, cuando estábamos sentados en las vías tenía ganas de pasar por esa cerca que había e ir a recostarme al pasto, para la próxima lo haré, me recostaré a absorber la esencia de la naturaleza y ella absorberá la mía…

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