domingo, 2 de enero de 2011

El amor

Nos vuelve locos, nos transforma, nos hace pensar y hacer lo inimaginable, nos lleva a las nubes, aunque muchas veces nos deja caer desde el cielo y el golpe en el suelo jamás se olvida.
Nos envuelve en sentimientos nuevos, jamás sentidos, nos ilusiona, nos hace creer, nos da fe. Pero también nos daña, nos tortura cuando no es correspondido, nos hace ilusionarnos y luego nos vuelve a la realidad.
Así es el amor, pude ser bueno o malo, nos puede llevar al cielo o al mismo infierno, nos puede devolver el alma, como también nos la puede quitar.
Lo peor de todo es que en el amor no hay elección. No podemos elegir si amar o no amar, tampoco a quien y menos cuando. Por ello el amor a veces puede ser nuestra perdición.
Aunque cuando el amor nos corresponde, cuando amamos y somos amados, nuestra vida se vuelve el paraíso terrenal, nos olvidamos del sufrimiento y vivimos en felicidad, en permanente alegría. Todo nos parece bello, todo está bien, andamos bien, ya no se nos ven malas caras u ojos tristes, todo en nosotros es luz.
Pero cuando el amor no te corresponde, cuando amas y no te aman, el amor es el torturador más perverso del universo. Cuando el amor no te corresponde, sientes como si te apretaran el pecho, como si en tu espalda pusieran un gran peso, no sientes ganas de hacer nada, solo te siegas en un amor imposible, te enfrascas en el dolor, piensas en como seria si esa persona también te amara.
Amar y no ser correspondido es uno de los dolores más grandes en este mundo, dar la vida por otra persona y saber que ella no dará nada por ti te parte el corazón.
Aunque hay personas, que aunque no les amen, son felices viendo como es feliz la persona amada y se sienten aún más felices cuando saben que parte de la felicidad que siente es gracias a su actuar.
Hablando personalmente, cuando yo amaba y el amor no me correspondía, era feliz viendo como la persona a la cual quería era feliz y más feliz me sentía cuando sabía que en parte de su felicidad yo estaba presente, aunque ella no me amara, su felicidad era la mía.
No negare que por dentro sentía un gran dolor, pero me reconfortaba verla bien, me reconfortaba ayudarla, ser su amiga y estar ahí siempre cuando me necesitara. Me hacía feliz saber que aunque no fuera más que su amiga, me había ganado un lugar especial en su vida.
Con todas las personas a las cuales quise fui así, jamás les deje en soledad, siempre estuve ahí para cuando me necesitaban. Y debo agregar que siempre seré así o por lo menos eso espero, poder estar ahí siempre que me necesite la persona a la cual quiero o querré.

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